Las teorías científicas están avanzando mucho sobre cómo nuestro cerebro interpreta la noción de tiempo. Nuestro cerebro tiene relojes biológicos que controlan los ciclos de sueño y de vigilia. Un grupo de neuronas situadas en el hipotálamo se encargan de lo que se llama el reloj circadiano, sintonizado para medir duraciones en torno a las horas del día, las horas de sueño y el de las comidas. Este es el reloj que se desajusta cuando viajamos y al que todos conocemos como «jetlag».
Además nuestro cerebro cuenta con un reloj capaz de procesar intervalos muy breves de milisegundos y que nos permite distinguir dos fonemas aunque sólo se diferencien por una pequeñísima duración, así como percibir el ritmo de la música o capturar una pelota al vuelo.
Finalmente, tenemos el reloj cognitivo que sirve para medir duraciones más largas y se encarga de nuestra experiencia consciente del paso del tiempo. La ventaja de este reloj es que es muy flexible en cuanto a nuestra percepción, pero su inconveniente es que existen multitud de factores que pueden alterar la exactitud de sus mediciones. Cuando estamos enfadados el tiempo transcurre mucho más lento que cuando estamos disfrutando de una actividad.
La edad también influye en la percepción del tiempo. Los niños de menos de 8 años no perciben bien el tiempo, debido probablemente a la falta de madurez de los circuitos neuronales, en cambio, las personas mayores tienen unos marcadores internos más lentos que hace que el tiempo pase mucho más rápido. Es cuando los años se hacen cortos y la vida pasa cada vez más deprisa. Pero me gustaría hablar del tiempo de una manera vivida y como una reflexión personal.
Contenidos
Curiosamente tenemos una noción del tiempo subjetiva que cambia en función de nuestro estado de ánimo o de las circunstancias que nos rodean, por ejemplo, cuando tenemos prisa parece que el mundo va más lento de lo normal.
El mismo tiempo a veces nos parece sumamente corto y a veces terriblemente largo. Si lo asociamos con actividades que nos gustan el tiempo pasará en un suspiro, en cambio cuando algo nos desagrada los minutos se nos hacen eternos.
¿Por qué nuestro cerebro no distingue bien el tiempo? De hecho, no tenemos ningún órgano específico que informe al cerebro sobre el tiempo. Los ojos envian las imágenes al cerebro y el oído nos permite captar los sonidos, pero ningún órgano es específico para medir el tiempo con exactitud.
Así que es muy importante para poder alcanzar nuestros objetivos el no dejarse guiar por nuestra percepción del tiempo tan poco exacta.
Una reflexión necesaria para todos es pararse un momento y pensar que nuestro tiempo aquí es limitado. Por lo tanto, deberíamos realmente tener unos objetivos muy claros en la vida para poder focalizarnos en las cosas que más nos gusten.
Decirse a sí mismo “lo pensaré otro día” o “ya lo haré mañana” no es más que posponer aquello que nos proponíamos hacer a nunca jamás. Para nuestra mente sólo es un “lo haremos más adelante”, pero si no nos marcamos objetivos a corto, medio y largo plazo nuestros buenos propósitos no se realizarán nunca.
Las 5 etapas indispensables para alcanzar nuestros objetivos son las siguientes:
La primera etapa para estar más cerca de un objetivo es escribirlo. Primero se piensa, luego se dice y finalmente se escribe. Está demostrado que lo que se pone por escrito tiene más del doble de posibilidades de realizarse que aquello que sólo se ha pensado.
La segunda etapa indispensable es marcarse metas de corto a largo plazo. Una técnica que me gusta mucho es planificar objetivos a 3 meses, 6 meses, 1 año, 3 años y 5 años. Hace tiempo que hago este ejercicio y he podido comprobar el resultado transcurridos los 5 años, os puedo asegurar que este ejercicio me ha ayudado mucho en la obtención de mis objetivos y en mi propio autoconocimiento.
La tercera etapa es revisar cada tres meses en qué punto nos encontramos. Esto permite valorar si realmente estamos haciendo lo necesario para alcanzar las metas que nos hemos propuesto. Por ejemplo, en el caso de los propósitos a 1 año podremos ir revisando trimestralmente si estamos avanzando y si estamos cada vez más cerca de conseguirlos. En el caso contrario, nos servirá para ver qué está fallando y poder modificar el rumbo.
Si logramos cerrar un ciclo de 5 años habremos aprendido mucho sobre nosotros mismos y la manera en que nos enfrentamos a los retos. El aprendizaje que se obtiene al ver lo que hemos logrado y lo que no, nos ayudará a planificar mucho mejor nuestro nuevo ciclo. Incluso, reflexionar sobre los objetivos que han sido más difíciles de conseguir de lo esperado o aquellos que se han conseguido más fácil de lo previsto, es una enseñanza muy valiosa.
Los objetivos que ahora nos interesan no tienen porqué ser los mismos a lo largo de 3 o 5 años, así que también está muy bien ser flexible e ir modificando los objetivos a largo plazo en función de nuestros intereses. Cambiar los objetivos y reflexionar sobre estos cambios también forma parte del aprendizaje.
Desde Equilibria Clínica dental ya hemos hecho este ejercicio de autoevaluación y definición de los propósitos a cumplir durante este 2020. Entre los objetivos a corto plazo que nos hemos marcado, hemos empezado la nueva década haciendo realidad uno: hemos sustituido definitivamente todos los vasos de plástico de la clínica por vasos orgánicos hechos de bambú.
Con este gesto reforzamos nuestro objetivo a medio plazo de reducir el plástico que utilizamos en la clínica y contribuimos a alcanzar el objetivo global de mejorar el planeta! Si venís a visitarnos, ¡podréis comprobarlo vosotros mismos!
Esperamos que estas 5 etapas os sirvan tanto como a nosotros y aprovechamos para desearos ¡¡¡muy felices Años 20!!