La realidad humana está llena de paradojas. Una de ellas es que no nos damos cuenta de cuando estamos viviendo un buen momento. Es a posteriori, que solemos darnos cuenta de lo felices que fuimos en esa etapa de nuestras vidas y recordamos con nostalgia esos momentos.
En cambio, cuando vivimos un mal momento sí que somos plenamente conscientes de que estamos mal. Es como si nuestra mente solo tuviera la capacidad de focalizarse en las circunstancias adversas, pero cuando las cosas van bien nuestra mente no tiene la capacidad de percibirlo al instante. Y lo peor de todo, de disfrutarlo en el mismo momento que sucede.
Mi reflexión es que quizás para valorar esos momentos necesitamos ponerlos en un contexto y hasta que no tenemos una visión más global, no lo podemos valorar en su justa medida.
Según las teorías científicas, nuestro cerebro ha sido preparado para garantizarnos la supervivencia, así que tenemos una tendencia natural a fijarnos más en lo malo que en lo bueno. Nuestro cerebro se fija en lo malo para ayudarnos a evitar un posible peligro y asegurarnos la supervivencia. Todo esto es una de las muchas maravillas que hace el cerebro por nosotros, pero también, al fijarnos más en lo negativo que en lo positivo muchos momentos felices pasan desapercibidos. Y solamente, al mirar hacia atrás nos damos cuenta de lo buenos que fueron esos días.
Hace dos semanas iba en coche hacia el trabajo, había mucha retención y casi no se podía avanzar. Yo seguía tranquilamente en mi carril cuando otro conductor se cruzó delante de mi coche y me dio un golpe en el retrovisor, aunque, por suerte, no fue nada grave me sentí muy alterada, sobretodo, porque mi hija iba en la sillita de atrás.
Lo peor de todo fue que el conductor del otro vehículo empezó a chillarme y dar golpes en su cristal porque quería un hueco en la fila a toda costa, así que se tiró encima de mi coche en lugar de poner su intermitente y esperar (la gente está muy mal). Esto me puso de muy mal humor y estuvo a punto de arruinar mi mañana.
En cambio, si un conductor nos cede el paso amablemente, sacude la mano para saludarnos y nos sonríe, nos gustará y alegrará en el camino al trabajo, pero su efecto se esfumará en cuestión de minutos. Es una pena, pero es así.
Además, durante toda nuestra infancia hemos sido eficientemente entrenados para fijarnos en el error. Durante nuestros años en la escuela, todo se basa en detectar el error para poder corregirlo, ya sea en números o en ortografía. Toda la infancia nos la pasamos enfrascados en esta permanente búsqueda de lo que está mal. ¿Dónde está la falta de ortografía? ¿Dónde está el dato que hace que tengamos el resultado de las cuentas mal? ¿Dónde está la incógnita?
Cambiar nuestra mente hacia el pensamiento positivo y tomar consciencia de lo bueno es todo un reto para nosotros. Aunque parece que tenemos todos los elementos en contra, por suerte, nuestra plasticidad mental permite que podamos tomar consciencia y cambiemos nuestra percepción de lo bueno a cualquier edad.
«Intentemos celebrar todo lo bueno que nos pasa durante el día, para que las cosas positivas empiecen a tener más relevancia en nuestra vida cotidiana.»
Una tarde a última hora estaba en una tienda Apple (siento hacer publicidad), era la hora del cierre de la tienda y todo el personal se puso a aplaudir. Era impresionante ver todo el edificio de cristal de dos plantas aplaudiendo, realmente este espíritu me encantó. Simplemente, se trataba de felicitarse por un día de trabajo cualquiera, pero el ambiente festivo y la alegría de esos aplausos me parecieron una manera fantástica de terminar la jornada laboral.
Celebremos todo lo bueno por muy pequeño que sea, así empezaremos a educar a nuestra mente para que también se fije en todo aquello que muchas veces damos por sentado.
En nuestra clínica Equilibria, muchos días de la semana aplaudimos al final de la jornada. No lo hacemos de manera rutinaria, pero hay días en que tenemos pequeñas alegrías y nos gusta celebrarlas. Os aseguro que esos días todos salimos del trabajo con un plus de energía.